Este es un país peculiar, y no porque lo diga yo, si no porque lo es y está comprobado. Ya se está terminando mi estancia aquí y no dejo de sorprenderme, pensaba que ya lo había visto todo, infeliz de mi.
He de reconocer que la universidad está muy bien, el campus de mi facultad es enorme, con wireless por todos los sitios y todo eso, pero como tengas dos clases seguidas lo llevas claro, hay que ir de un edificio a otro a buscar el aula, que ya podían poner minibuses casi, y cuando llegas... pues va a ser que no, que han cambiado la clase de aula y de edificio, y te toca volver casi al lugar de donde saliste o investigar por edificios en los que nunca pensaste entrar a ver si encuentras a los demás, y claro, los demás están en la misma situación. Suerte de la puntualidad portuguesa, aquí todo el mundo llega tarde, y el primero el profesor, y luego si te aburres, pues nada, una siesta en clase o te sales cuando te apetezca, peculiaridades de la cultura, será. Y no pasa nada, porque te acostumbras y todo, hasta que se acerca la fecha del exámen, y dos días antes aún no sabes dónde ni cuándo será, de mañana? de tarde? lo atrasan? lo adelantan? no problemo: a la tutoría a preguntar. Y el profesor llega una hora tarde, mira qué bien, y no te resuleve muchas dudas sobre cómo será el exámen, mira qué bien también. Y llega la fecha del exámen y tú ahí, como una tonta, puntual, para qué? para que el profesor llegue con 15 minutos de retraso, y para que despues de otros 10 minutos te diga que no, que resulta que en esas clases, donde ya había colocado los exámenes en cada sitio, van a hacer otra cosa y que nos tenemos que cambiar de sitio, vale, no me lo esperaba, pero no me sorprende. ¿Y dónde nos llevan? ¡Al auditorio! Genial, experiencia única la de hacer un exámen en una butaca, sin mesa y sin sitio para que quepan la calculadora y el folio al mismo tiempo, y del exámen en sí mejor no hablo, porque creo que ni en grupo hubiéramos descifrado el significado de algunas preguntas. Y ya me queda poco y lo echaré de menos.