En uno de esos pensamientos absurdos que me atacan a veces he barajado la posibilidad de salir a la calle no ya sólo con el polar, si no con la bufanda y los guantes puestos, a ver si eso que llaman tiempo, porque el clima ya está perdido, se entera ya de la época en la que estamos y deja de tocar las narices poniendo los termómetros a casi 30 grados por estas latitudes, que ya está bien. Y no me quejo porque no me guste el buen tiempo o ver que vuelven los tirantes, que me gusta, pero yo estudié eso de veranos cortos y calurosos, y ahora, con mi (poco) uso de razón, una se siente estafada. Porque luego nos quejamos de que hay lluvias torrenciales y sequías eternas pero en el fondo nos da un poco igual si así podemos seguir luciendo el moreno hasta navidades, que el frío es muy malo y la "moda cebolla" no mola. Y la nieve se convierte en una novedad comparable a que las vacas coman hierba, y si el Kilimanjaro pierde sus nieves perpetuas nos da igual, porque en las pistas que destrozan nuestros montes ponen nieve artificial y esquiamos igual de bien.
Y mi otro pensamiento absurdo me ataca con otra idea aún más absurda, pero que me hace deambular con sonrisa tonta, y se me pasan todos los enfados.
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