lunes, septiembre 19, 2005
Yo fui niña mochila
Los niños mochila abren mucho los ojillos para ver bien todos los detalles del camino, para disfrutarlos en el momento porque saben que van a olvidarlos, que sus mejillas sonrosadas van a perder ese aire de niño de cuento y que, si no se lo recuerdan, olvidarán incluso que fueron niños mochila. Pero cuando vuelven a esos lugares algo se activa en ellos y son felices de nuevo, y quieren grabar todo en sus retinas ahora que se han prometido no olvidarlo. Y recuerdan cuando les despertaba la algarabía de los pájaros y los cucos (y los grillos que cazaban) no les dejaban dormir, cuando comían moras, jugaban entre los árboles, les picaban las ortigas o buscaban fósiles por el suelo. Y cuando están en medio de un bosque o trepando por los riscos se acuerdan de que siempre les gustó subir a la piedra más alta. Y les da pena que en el nacimiento de un río haya poco agua y las cascadas se sequen (y que haya embalses al 25%). Pero les impresionan las piedras arrastradas por los glaciares y la forma en que les mira un ciervo a la luz de la luna. Y quieren repetir.
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2 comentarios:
Así con prisas dos cosas: una, me quedo con el título, dos, te doy algo a cambio ;)
¿Y sin prisas? ; ) Yo encantada de que te lleves los títulos, jijiji.
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